En la lucha contra esta pandemia causada por el coronavirus COVID-19, y que ha generado miles de infectados y fallecidos; se sigue investigando y haciendo pruebas a un ritmo frenético para así poder encontrar tratamientos efectivos contra este agresivo virus. Alrededor de todo el mundo diferentes instituciones de investigación y empresas han venido trabajando para descubrir nuevos medicamentos y crear nuevas terapias. Pero de especial utilidad, para así minimizar de una manera más rápida el impacto de esta pandemia viral, ha sido el poder rebuscar en el pasado y presente; y así reutilizar medicamentos tradicionales usados para otras aplicaciones terapéuticas y ver su potencial como tratamiento para combatir este virus.
Y este es el caso de los medicamentos usados en las últimas décadas para combatir la malaria; un parásito que cabe recordar provoca anualmente al menos 400.000 muertes y más de 200 millones de infectados…¡que se dice pronto! Una pandemia que ocurre cada año, pero para la cual ya nos hemos acostumbrado a oír en las noticias sin alterarnos tanto.
Pues bien, según una reciente publicación en la revista ChemRxiv (Liu & Li, Abril 2020 ) el coronavirus COVID-19 probablemente tiene un mecanismo de infección parecido al plasmodium de las malaria. Es decir, nuestro famoso virus podría actuar sobre los pulmones y causar neumonía no de una manera directa, sino indirecta. Y es que, según los autores, parece ser que este virus, al igual que ocurre con el parásito de la malaria, infecta directamente a los glóbulos rojos (eritrocitos), atacando la cadena 1-Beta de la hemoglobina y disociando el hierro, y la porfirina, por la cual probablemente obtiene energía para replicarse el virus. Además, dicho ataque a la hemoglobina, que recordemos es la responsable de transportar el oxígeno y el dióxido de carbono en la sangre; hace que cada vez se transporte e intercambie en menor cantidad. Eso provoca que las células de los pulmones, donde ocurre ese intercambio oxígeno-dióxido de carbono, sufran una extrema reacción de envenenamiento y de inflamación; lo cual resulte en las típicas imágenes de pulmones con dióxido de carbono cristalizado tan característico de muchos pacientes en estado grave infectados por COVID-19. Lógicamente ese defectuoso intercambio gaseoso, y el exceso de hierro liberado, tendrán otras consecuencias negativas en el cuerpo humano al acidificar la sangre.
Entonces, ¿los antimaláricos podrían ser una alternativa real y tangible para combatir el COVID-19? pues la realidad está allí; ya que parece que dichas moléculas trabajan de diferentes modos protegiendo la hemoglobina contra la infección, de ahí su posible aplicación exitosa contra el COVID-19. La hidroxicloroquina, un derivado de la cloroquina usado durante décadas para combatir la malaria, ha sido el primer caso estudiado. Diversos estudios clínicos, hechos a pequeña escala, en Francia, China y EE.UU. han demostrado que la hidroxicloroquina podría ser una alternativa sobre todo por su capacidad de actuar como inmunomodulador más que como antiviral. Sin embargo, los resultados de los ensayos a día de hoy no son todavía concluyentes; y además los severos efectos secundarios y reacciones alérgicas del uso de hidroxicloroquina son algo a tener en cuenta.
La molécula artemisinina, producida en la planta Artemisia annua, está recomendada actualmente por la OMS para combatir la malaria en formato ACT (Artemisinin Combination Therapy). Además, en los últimos años se ha descubierto el enorme potencial de esta molécula, y derivados, para combatir otras enfermedades, como cáncer, enfermedades autoinmunes, inflamatorias o parasitarias. Sumado también al excelente índice de seguridad de esta planta y sus mínimos efectos secundarios, todo estos elementos convierten a Artemisia annua y su molécula principal artemisinina, en posibles candidatos óptimos para combatir o al menos elevar las tasas de recuperación de esta enfermedad.
Diferentes artículos científicos publicados en la última década han demostrado el gran potencial de la molécula. De hecho se ha demostrado tanto in vitro como in vivo (Zhang & Gerhard, 2009; Klonis et al., 2011) que la potente actividad de la artemisinina es dependiente de la digestión de la hemoglobina. De hecho el grupo hemo (formado por hierro y porfirina) cuando se libera por la degradación de la hemoglobina, por un parásito o virus, es el mediador fisiológico más relevante de la actividad citotóxica de artemisinina no solo contra la malaria sino también contra el cáncer.
Finalmente, también se ha visto que Artemisia annua, la molécula artemisinina y sus derivados, ejercen efectos como estimulador del sistema inmunológico y antiinflamatorio (Luo, et al., 2019; Sun, et al., 2019; Zhang, et al., 2019). Además sus propiedades como antiviral han sido descritas para varios tipos de virus (Hahn et al., 2018; D’Alessandro et al., 2020; Ou et al., 2020; Wang et al., 2020) incluyendo otros tipos de coronavirus como MERS-CoV y SARS-CoV (Nature Plants, marzo 2020).
Debido al creciente interés de esta planta como posible tratamiento contra el COVID-19 o como tratamiento complementario combinándolos con otros tratamientos; el presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, anunció la creación de la Covid-Organics, una bebida herbal a base de Artemisia annua, para prevenir y curar la COVID-19. Como consecuencia de ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en un reciente comunicado del 4 de Mayo, no rechazó el uso de esta planta medicinal como tratamiento de prevención y cura del COVID-19, pero si pidió que se realicen antes ensayos clínicos que prueben su eficacia. La OMS añadió que «las plantas medicinales como la Artemisia annua están siendo consideradas como posibles tratamientos contra la COVID-19 y su eficacia y efectos secundarios deben ser examinados». De hecho la OMS apoya la medicina tradicional científicamente comprobada y promueve la actividad en centros de investigación para seleccionar productos naturales medicinales.
En las últimas semanas el prestigioso centro de investigación alemán Max-Planck, ha iniciado ensayos clínicos para ver el potencial de tanto de planta Artemisia annua como de la molécula artemisinina contra el COVID-19. Además, la empresa farmacéutica californiana Mateon Therapeutics anunció en abril que en su programa de detección antiviral in vitro habían seleccionado a la molécula artemisinina, como uno de los dos candidatos más potentes para inhibir la capacidad de multiplicación del virus COVID-19. La intensa carrera de velocidad por encontrar posibles tratamientos para combatir esta pandemia ha despertado un renovado interés en plantas medicinales que han sido usadas y estudiadas durante décadas como es el caso de la Artemisia annua; pero establecer su eficacia y su seguridad mediante ensayos clínicos rigurosos es crucial.
Luís Matías Hernández, PhD
CEO
Biotech Tricopharming Research